Un electricista, que vivía en un apartamento de Pocitos, y un cómplice fueron a la frontera de Cerro Largo para comprar 17 kilos de cocaína; la droga tenía como destino bocas y venta por “delivery”
La captura el pasado domingo 16 de una “mula”, que traía una carga de cocaínade Brasil a Uruguay para venderla en bocas de Montevideo y por “delivery” a través de Telegram, reveló la ruta que realizan los traficantes uruguayos minoristas. Zonas de Brasil, al igual que de Paraguay, se transformaron en los últimos años en enormes depósitos de cocaína proveniente de Colombia, Perú y Bolivia que surten a organizaciones criminales de varios países de Latinoamérica.
Los grandes cargamentos de cocaína son llevados a puertos brasileños de Paranaguá, Santos y Belén y luego escondidos en contenedores transportados por barcos que se dirigen a terminales de Europa como Hamburgo, Amberes, Le Havre y Rotterdam. Estos mega negocios son acordados por las bandas brasileñas Primer Comando da Capital (PCC) y Comando Vermelho (CV) y mafias italianas. Estas operaciones involucran millones de dólares.
Sin embargo, también producen enormes ganancias las ventas al minoreo que realizan bandas narcos que abastecen bocas de drogas en el cono urbano bonaerense, Mar de Plata, Rosario y La Plata, entre otras ciudades argentinas. Lo mismo ocurre a organizaciones montevideanas que dominan barrios de la capital y van a surtirse de drogas al por mayor en Brasil.
Al igual que el mega tráfico transatlántico donde los volúmenes de cocaína pura generan dividendos millonarios por el volumen transportado, el micro tráfico también obtiene ganancias de entidad, porque “cortan” la droga con otras sustancias —anestésicos, analgésicos y cafeína— y su valor se multiplica al menos por cuatro en el mercado interno montevideano. Los traficantes de drogas consiguen esas importantes sumas con un riesgo bajo, ya que las “mulas” transportan desde Brasil a Uruguay cargas no mayor a 20 kilos de cocaína. Si una de ellas es capturada por la Policía, los cargamentos transportados por otras “mulas” cubren con creces las pérdidas del líder que regentea la organización.
El seguimiento policial a una “mula” uruguaya, un electricista de 30 años sin antecedentes penales y que vivía en apartamento de una coqueta calle del barrio Pocitos, revela los entre telones de un negocio millonario, al margen de la ley y peligroso.