Primero utilizó al Deportivo Capiatá como pantalla para sus negocios y satisfacer sus deseos. Luego, repitió el esquema en Bolivia. “Todos los jugadores me rodearon suplicando que no lo sacara”, contó un DT, confirmando que lavaba dinero para que le permitieran actuar.
En el año 2021, siete años después de una histórica victoria por 1 a 0 en La Bombonera frente a Boca y a trece de su fundación, el humilde club paraguayo Deportivo Capiatá recibió la visita de su nueva “estrella” en un Lamborghini plateado: Sebastián Marset. Pero, ¿quién era ese hombre de 31 años que llegó repentinamente y le dieron la 10? Llamaba la atención en el verde césped por la carencia de calidad, pero el nacido en Uruguay era intocable. Nadie se atrevía a meterse con él y los árbitros no cobraban sus infracciones.
¿Por qué era tan temido? El narcotráficante sudamericano estaba cumpliendo su sueño de ser futbolista profesional ante los ojos del mundo y compararse con uno de sus ídolos: David Beckham. El Daily Mail reconstruyó su llamativa “carrera” junto a la pelota.
“Me preguntaba constantemente: ‘¿Quién es este tipo?’, afirmó Jorge Núñez, el entrenador de Capiatá en aquel entonces. Un día, tras su pobre rendimiento en el campo de juego intentó dejarlo en el banco de suplentes. “Todos los jugadores me rodearon suplicando que no lo sacara”, expresó el DT sobre el peso que tenía Marset el vestuario.
En lugar de esconder entre las sombras su imperio de cocaína que tenía redes por toda Latinoamérica y Europa Occidental, encontró su la mejor pantalla de su negocio en el mundo del fútbol.
“Siempre soñó con ser futbolista”, declaró su abogado en Uruguay.
A pesar de mejorar sus instalaciones con su fortuna, el cuadro paraguayo terminó descendiendo a la tercera división de la AFP y el traficante quedó marcado por un penal errado que “tiró cinco metros por encima del travesaño”.
El número 10 se mostraba despreocupado y disfrutando de su vida como futbolista profesional en los entrenamientos y en los partidos, hasta que un día se esfumó del conjunto de Asunción y ningún compañero volvió a escuchar de él.
El narcotraficante redobló la apuesta y, sin conformarse con haber jugado en Paraguay, apostó a asentarse en el fútbol boliviano.
En esta ocasión no optó por el dorsal diez, sino que eligió el 23 en honor a su ídolo futbolístico de la infancia: David Beckham.
Las tristes aventuras de Sebastián Marset dejaron en evidencia al fútbol sudamericano y unieron en su vida el camino de sus grandes ídolos: Beckham y Pablo Escobar. Ahora, después de forjar un imperio de droga por América y Europa y de hacer sido futbolista profesional en Paraguay y Bolivia, sigue en libertad a pesar de ser uno de los hombres más buscados en todo el mundo.