En el corazón rural de Cerro Largo, entre campos forestados y caminos de tosca, se alza Arévalo, una localidad pequeña en número pero grande en identidad. Allí, donde alguna vez habitó Aparicio Saravia en la histórica estancia El Cordobés, el Partido Nacional mantiene un dominio político casi absoluto, alimentado por la tradición, la cercanía y el olvido estatal de otros sectores políticos.
La novena sección judicial del departamento, al sur del río Negro y próxima al límite con Durazno, se comporta electoralmente como una fortaleza blanca. En las recientes elecciones departamentales y municipales, los números fueron abrumadores. En los dos circuitos de la escuela N.º 61, 142 de 165 y 142 de 161 votos fueron al Partido Nacional. Frente Amplio y Partido Colorado prácticamente no existieron en esas urnas: no lograron ni un voto en uno de los circuitos y apenas dos en el otro. El resto fueron observados o anulados.
Carina Vázquez, panadera del pueblo, lo resume con claridad: “yo no conozco gente frenteamplista o colorada”. En su pequeño comercio, ella y su esposo combinan panadería con almacén, y destacan que el anterior alcalde, Eduardo Lucas, “fue el primero en llegar” cuando una tormenta derribó un árbol junto a su casa.
Cambio de mando, continuidad de partido
La nueva alcaldesa es Cristina Cortondo, esposa de Lucas y productora ovina junto a su marido. Le ganó a cuatro rivales, todos blancos. La descentralización, asegura, cambió la historia del pueblo. Cortondo habla de compromiso, orgullo por el retorno de algunas familias y el impacto positivo de la forestación: en la zona opera una oficina de UPM y varias empresas menores. Si bien reconoce avances en infraestructura y conectividad, admite que aún faltan servicios clave como pozos de agua y ambulancia.
Carencias sanitarias y educativas
Melisa Ledesma, peluquera a domicilio, señala la necesidad urgente de ampliar la atención en salud. Solo hay una auxiliar de enfermería en la policlínica y el médico llega una vez por semana. Para emergencias, los vecinos dependen de traslados solidarios hacia Santa Clara de Olimar, en el vecino departamento de Treinta y Tres.
En educación, la situación es dispar. La escuela funciona también como liceo rural y hay cursos de UTU, aunque vecinos sostienen que no están alineados con las demandas del mercado laboral local. Los jóvenes deben madrugar para tomar un ómnibus subsidiado rumbo a Santa Clara y regresan recién al atardecer.
Internas blancas, debate propio
En una zona donde otros partidos no pisan fuerte, las disputas son intrablancas. Cyrano López, tornero y excandidato a alcalde por el Partido Nacional, respalda a Christian Morel, flamante intendente electo, y critica la gestión de Cortondo. Denuncia el abandono de contenedores donados por UPM y la falta de agua en Saturnino. “No me callo más. Hay que decir las cosas”, afirma.
López considera que el Frente Amplio tiene algo de respaldo en elecciones nacionales, pero sufre castigo en las locales por no visitar ni escuchar. También advierte sobre la llegada de pasta base y marihuana con la mano de obra subcontratada del sector forestal, algo que según él “contamina la zona”. Cuestiona además la decisión de no instalar allí la tercera planta de UPM, que finalmente se construyó en Pueblo Centenario (Durazno).
Tradición viva
El viejo almacén de ramos generales que dio nombre al pueblo hoy pertenece a Ignacio Saravia, descendiente del histórico Gumersindo Saravia. Consultado por El País, fue tajante: “Arévalo vota blanco porque gracias a Dios es toda gente inteligente. Es una zona blanca por tradición”.
En Arévalo, la historia no solo se recuerda: se vive. La política no es ideología sino cercanía. La infraestructura avanza al ritmo de la forestación, pero las carencias estructurales persisten. Y mientras otros partidos miran de lejos, los blancos siguen construyendo su hegemonía en la tierra del viejo caudillo.
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