La industria láctea en Uruguay atraviesa un momento crítico marcado por el cierre de plantas, la caída del consumo interno, la concentración del mercado y la presión de los precios internacionales. A pesar del peso que tiene este sector en la economía nacional, las señales que emite actualmente son de alerta.
El reciente cierre de la planta de Calcar en Colonia —tras la clausura de la sede en Rivera— y el anuncio del cese de operaciones de Conaprole en esa misma ciudad a partir del 31 de octubre, reflejan la gravedad de la situación. En paralelo, la cooperativa Coleme se encuentra en pleno proceso de reestructura, con dificultades para asegurar su continuidad.
Actualmente, Conaprole concentra el 73 % de la producción nacional, seguida por Alimentos Fray Bentos y Lactalis, con un 4 % cada una. Esta concentración genera inquietud por la pérdida de diversidad y competitividad dentro del sector. A ello se suma una caída sostenida en el consumo interno: en los últimos seis años, la venta de leche en sachet descendió un 30 %. Las razones van desde cambios demográficos y de hábitos de consumo, hasta el ingreso de productos importados al mercado local.
Para mitigar la crisis, el gobierno creó en 2023 el Fondo de Reconversión de la Industria Láctea (FRIL) con una línea de créditos por US$ 12 millones. Sin embargo, el impacto de este instrumento ha sido limitado y no logró frenar los cierres ni resolver los problemas estructurales.
En el plano internacional, Conaprole exporta el 80 % de su producción a más de 70 países. Uruguay es el tercer exportador mundial de leche en polvo, con una participación del 8 % del mercado global. No obstante, el acuerdo bilateral entre China y Nueva Zelanda firmado en 2024 complicó el acceso uruguayo al principal destino de sus exportaciones. La empresa uruguaya busca contrarrestar esa pérdida de competitividad con una posible alianza con la gigante china Yili.
En cuanto a precios, la leche en polvo pasó de cotizar US$ 3.500 por tonelada en 2023 a US$ 2.500 en agosto del mismo año. Desde enero de 2025, el valor internacional comenzó a recuperarse y actualmente supera los US$ 4.000. Pese a ello, la volatilidad del mercado, sumada a los conflictos geopolíticos y la inestabilidad cambiaria, sigue siendo una amenaza constante.
A esto se suma un viejo conflicto: la deuda de Venezuela con Conaprole, derivada del acuerdo comercial firmado en 2016, aún permanece impaga. La cooperativa mantiene un reclamo judicial por unos US$ 30 millones que nunca fueron abonados.
La industria láctea, históricamente clave para la economía y el empleo en el interior del país, se enfrenta hoy a un escenario que obliga a repensar su modelo productivo y comercial. La falta de diversificación, la dependencia de pocos actores y la exposición al vaivén del mercado internacional plantean desafíos urgentes para su supervivencia.

