El auge vertiginoso de la inteligencia artificial (IA) está generando un impacto creciente en el consumo energético global. Las principales empresas tecnológicas del mundo —como Google, Microsoft, Amazon y Meta— se encuentran ante un dilema cada vez más apremiante: cómo alimentar el colosal apetito energético de sus sistemas de IA sin comprometer sus compromisos ambientales ni colapsar las redes eléctricas.
Según estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA), los centros de datos ya consumen cerca del 13 % de toda la energía asociada a servicios digitales, y se prevé que esa cifra podría duplicarse en los próximos cinco años, impulsada fundamentalmente por la IA. Para 2030, el consumo energético de estas infraestructuras podría alcanzar los 945 teravatios-hora, equivalente al total anual de Japón.
Frente a este escenario, las grandes tecnológicas están implementando distintas estrategias para garantizar un suministro sostenible. Google, por ejemplo, cerró un acuerdo por US$ 3.000 millones con Brookfield para abastecerse de energía hidroeléctrica limpia, mientras que Microsoft ha apostado por reactivar la planta nuclear Three Mile Island y explorar el uso de pequeños reactores modulares (SMR).
Además, todas las compañías líderes han intensificado sus contratos de largo plazo con proveedores de energías renovables, asegurando más de 84 gigavatios de energía limpia en 29 mercados. También están invirtiendo en nuevas soluciones de almacenamiento, como los sistemas solares térmicos modulares desarrollados por startups como Exowatt, capaces de entregar energía estable durante las 24 horas.
Sin embargo, el impacto ambiental ya comienza a sentirse. En Estados Unidos, varias empresas de energía han advertido que el crecimiento de centros de datos está sobrecargando la infraestructura eléctrica, y podría derivar en aumentos de tarifas para usuarios residenciales. A su vez, estudios recientes estiman que los costos en salud pública por el uso intensivo de combustibles fósiles podrían superar los US$ 9.000 millones anuales.
El consumo de agua para refrigerar los servidores también preocupa: solo Microsoft ha informado un incremento de hasta 34 % en sus plantas, y se proyecta que para 2027 el uso global en data centers alcance los 6.600 millones de metros cúbicos por año.
A pesar de estas alertas, expertos señalan que la propia IA puede convertirse en una aliada para optimizar el uso energético, mediante sistemas que administren en tiempo real el funcionamiento de redes eléctricas, plantas solares y parques eólicos. El desafío, advierten, será escalar esa innovación a la velocidad que exige el crecimiento de la demanda.
El futuro de una IA sostenible está en juego, y dependerá del equilibrio entre inversión, regulación y desarrollo tecnológico. Mientras tanto, las grandes tecnológicas siguen construyendo el músculo energético que necesita la revolución digital del presente.