Un reciente informe advierte sobre los efectos de la violencia digital en adolescentes, un fenómeno cada vez más presente en la vida cotidiana de los jóvenes, quienes pasan en promedio más de cuatro horas diarias conectados a internet y redes sociales.
Exposición constante y riesgos asociados
La circulación permanente de contenidos violentos y pornográficos en plataformas digitales contribuye a una normalización de la violencia, afecta la capacidad empática de los adolescentes y los expone a un clima de desinformación permanente. La facilidad con la que se comparte material de forma anónima potencia la expansión de rumores e información sin verificar.
Los algoritmos, diseñados para maximizar la interacción, amplifican contenidos polarizados y refuerzan estereotipos de género y visiones que minimizan problemas estructurales como la desigualdad o la violencia machista.
Cambio en la percepción de la violencia de género
Un dato que genera especial alarma es la disminución en la percepción de la violencia de género como problema social. En 2019, el 82,5% de los jóvenes la consideraba una cuestión de gran relevancia. Sin embargo, en 2023 ese porcentaje cayó al 65%, lo que representa una reducción significativa en apenas cuatro años.
Especialistas señalan que este cambio puede estar vinculado a la exposición constante a mensajes que relativizan o niegan la existencia de desigualdades estructurales, favorecidos por la dinámica de los entornos digitales.
Impacto en la vida cotidiana
La saturación de estímulos digitales no solo influye en la forma en que los adolescentes procesan la información, sino también en su seguridad emocional y social. La exposición a la violencia en línea puede generar ansiedad, desconfianza y apatía, debilitando los vínculos comunitarios y la capacidad de respuesta ante situaciones reales de agresión.
Conclusión
El informe refleja un escenario en el que la violencia digital se ha naturalizado en la vida de los adolescentes, generando consecuencias preocupantes a nivel de empatía, percepción social y bienestar emocional. Los expertos advierten sobre la necesidad de políticas públicas de educación digital, mayor regulación de los contenidos y un rol activo de las familias y centros educativos para enfrentar un desafío que crece de manera silenciosa.