Cooperativa Lechera de Melo con dificultades.

La industria láctea uruguaya atraviesa una etapa compleja: la caída sostenida del consumo de leche fresca, en parte reemplazada por leches UHT, está presionando a los productores y procesadores regionales. Coleme, la cooperativa de Melo (Cerro Largo), se encuentra en plena búsqueda de alternativas para mantener operativa su planta, mientras Conaprole analiza la viabilidad de la instalación de Rivera ante la reducción de demanda.

El presidente de Conaprole, Fernández, explicó que el problema no es nuevo, ya que en los últimos años la cooperativa perdió parte de la leche fresca que antes procesaba, incluso provocando el cierre de su planta en San Carlos, Maldonado. Ese descenso tiene un impacto directo en las plantas de tamaño mediano y sin tecnología de vanguardia, como la de Rivera, cuya continuidad hoy está en evaluación.

Se llevaron a cabo tres reuniones esta semana entre referentes de Conaprole —incluida su dirección— y autoridades sectoriales. El eje central: analizar capacidad productiva, rostro tecnológico y posibilidades de reducción de costos, en un escenario donde se antepone la próxima negociación de los Consejos de Salarios.

Conaprole opera siete plantas en el país, con cierres programados por mantenimiento, entre ellas las de Montevideo y Rivera, únicas dedicadas al envasado de leche líquida. Según Luis Goichea, presidente de la Asociación de Obreros y Empleados de Conaprole (AOEC), “la planta tiene condiciones para continuar la producción”. No obstante, el desafío está en reconvertir parte de la producción de leche fresca al formato UHT, que ha ido ganando cuota en el norte del país.

El problema central, según los actores del sector, es estructural: la competitividad del mercado impone estándares elevados, mientras la demanda de leche fluida se contrae. Aunque el salario en Conaprole es competitivo y la cooperativa acapara más del 70 % de la producción nacional, estas ventajas no han sido suficientes para amortiguar el impacto de las nuevas tendencias de consumo.

El panorama obliga a los involucrados a replantearse la estrategia: modernizar plantas obsoletas, reinventar líneas de producción o consolidar economías de escala, incluso explorar ahorro operativo. La planta de Rivera aparece como un caso testigo de esta transición: su futuro servirá de barómetro para la sostenibilidad del modelo lácteo regional.

El desafío es claro: detener la pérdida de leche fresca, equilibrar la balanza entre planta y granja, y encontrar inversiones que permitan competir en un mercado cambiante. En los próximos meses, las resoluciones sobre Rivera y el plan estratégico de Coleme marcarán una nueva hoja de ruta para el sector lácteo uruguayo.

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