Las expectativas del gobierno brasileño de cerrar el acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea antes de fin de año enfrentan nuevos obstáculos. A pesar de que la presidencia pro tempore del bloque sudamericano –que Brasil ejercerá hasta diciembre– aspiraba a anunciar la firma durante la cumbre de jefes de Estado, fuentes diplomáticas confirmaron al diario O Globo que la tramitación del acuerdo en Bruselas se encuentra estancada, principalmente por la resistencia francesa y la presión del lobby proteccionista agrícola europeo.
Aunque el endurecimiento comercial de Donald Trump con la UE generó incentivos para que el bloque europeo busque diversificar socios, el acuerdo con el Mercosur sigue trabado por temores internos. Francia, principal opositor, mantiene su negativa a suscribir el pacto en las condiciones actuales, mientras que otros países como Países Bajos o Polonia podrían alinearse en su postura. Para bloquearlo, París necesita reunir el apoyo de países que sumen al menos el 35% de la población europea, algo que intenta alcanzar a cambio de concesiones en el presupuesto comunitario 2028-2034.
El proceso tampoco avanza administrativamente. La Comisión Europea, encabezada por Ursula von der Leyen, debía remitir el texto al Consejo Europeo en julio, pero no lo hizo, y aunque podría hacerlo antes de fin de mes, no hay garantías. Una vez que el documento llegue al Consejo, la aprobación requerirá consenso o mayoría cualificada, siendo el primer camino el más difícil por el peso del proteccionismo agrícola.
A nivel geopolítico, el escenario global favorecería el pacto. Como señalan los politólogos Andrés Malamud y Luis Schenoni en un documento solicitado por el Parlamento Europeo, los cambios en la política exterior de EE.UU. abren oportunidades para avanzar en alianzas estratégicas, como la del Mercosur. Sin embargo, los mayores obstáculos no son externos, sino internos. “Las causas del rechazo son domésticas”, señaló Malamud, quien explicó que el presidente francés Emmanuel Macron no dispone del capital político necesario para enfrentar nuevas protestas sociales, y está usando su oposición al acuerdo como moneda de cambio en Bruselas.
A pesar de que los reparos medioambientales fueron en parte superados con modificaciones introducidas en diciembre pasado, el temor a que los productos del Mercosur impacten negativamente sobre el agro europeo sigue firme. Para el bloque sudamericano, reabrir el acuerdo, como insinuó Francia, no es una opción. Tras más de dos décadas de negociaciones, la posibilidad de una firma inmediata pende ahora de factores tanto comerciales como políticos dentro del propio continente europeo.