Río de Janeiro fue escenario del operativo policial más letal de su historia. Más de 2.500 agentes participaron en una acción coordinada en varias favelas para desarticular al Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más antiguas y poderosas de Brasil. El saldo fue devastador: al menos 120 muertos, entre ellos civiles y policías. Mientras el gobierno estadual reportó 119 fallecidos, la Defensoría Pública elevó la cifra a 132. Testigos relataron que durante la madrugada se recogieron decenas de cuerpos en las calles, reflejo de la magnitud de la violencia que conmocionó a toda la ciudad.
El Comando Vermelho nació en la década del 70 dentro de la prisión de Ilha Grande, como una alianza entre presos comunes y militantes políticos. Con el tiempo, la organización abandonó su ideología inicial y se consolidó como una red de narcotráfico que controla buena parte de las favelas de Río. Durante los años 80 y 90 se expandió rápidamente, estableciendo vínculos internacionales y actuando como una autoridad paralela en las zonas más pobres. Aunque su poder se vio afectado por rupturas internas, como la separación del PCC en 2016, el grupo recuperó terreno y volvió a dominar amplios sectores de la ciudad.
El reciente operativo desató una fuerte polémica en Brasil. Autoridades estatales defendieron la acción como un “golpe certero contra el crimen organizado”, mientras organismos de derechos humanos denunciaron su extrema letalidad. En Uruguay, el Ministerio del Interior informó que se mantiene un monitoreo reservado de la situación fronteriza, especialmente en los departamentos de Cerro Largo, Rivera, Rocha y Artigas, ante posibles movimientos de integrantes del grupo hacia territorio nacional. La frontera permanece bajo vigilancia, en un contexto de máxima alerta tras el operativo más sangriento que se recuerde en Río de Janeiro.

