La economía uruguaya continúa transitando una senda de bajo crecimiento, un fenómeno que se arrastra desde hace más de una década y que, según advierten analistas, ha sido determinante en el desgaste de los últimos dos gobiernos. Ahora, el desafío recae sobre la actual administración, que deberá enfrentar una coyuntura marcada por tensiones fiscales, pobreza persistente y señales de estancamiento estructural.
El economista Javier de Haedo, en una columna publicada este miércoles en El País, calificó el desempeño económico como “de ritmo declinante” y advirtió que este fenómeno “ya se cargó a dos gobiernos”. De acuerdo con su análisis, ni las administraciones de Tabaré Vázquez (2015–2020) ni la de Luis Lacalle Pou (2020–2025) lograron resolver este problema de fondo. De repetirse la historia, afirma De Haedo, el actual gobierno podría enfrentar consecuencias similares.
Aunque el Producto Interno Bruto (PIB) uruguayo mostró un leve crecimiento interanual de 3,4 % en el primer trimestre de 2025, este se encuentra en línea con un patrón de estancamiento de largo plazo. El banco Itaú, en su informe económico, advirtió que este crecimiento sigue siendo insuficiente para revertir los efectos acumulados de años de baja inversión y escasa productividad.
De Haedo subraya que el problema trasciende a los gobiernos y a los ministros en particular. “No lo resolvió Astori, tampoco Arbeleche, y no lo resolverá Oddone por sí solo”, sostuvo. Para el economista, el país enfrenta limitantes estructurales que requieren reformas profundas en materia fiscal, laboral y productiva.
Las consecuencias de este lento crecimiento ya se sienten en el plano social: más del 20 % de la población se encuentra en situación de pobreza, lo que representa uno de los niveles más altos en los últimos 15 años. A esto se suma un contexto fiscal complejo, donde el Estado no ha logrado cumplir con sus metas de consolidación presupuestal, pese a los esfuerzos por contener el gasto.
En el plano político, el bajo dinamismo económico también ha sido un factor clave en la pérdida de apoyo a los oficialismos. La falta de resultados tangibles en términos de empleo, ingreso y mejora de la calidad de vida ha debilitado la confianza ciudadana en los distintos partidos que han ejercido el poder.
El actual ministro de Economía, Gabriel Oddone, enfrenta ahora el reto de liderar una estrategia que permita revertir este escenario. Para De Haedo, esto implicaría “tocar estructuras” y superar las medidas de corto plazo que han caracterizado a anteriores gestiones. Entre los ejes que podrían marcar una diferencia se encuentran la mejora del clima de inversiones, una reforma tributaria integral y la revisión del gasto público.
La advertencia es clara: si no se revierten las tendencias actuales, Uruguay podría volver a enfrentar un ciclo de descontento económico que mine la gobernabilidad y frustre las expectativas de cambio que acompañaron el inicio de este nuevo período.