Río de Janeiro vivió esta semana uno de los episodios más violentos de su historia reciente. Un gigantesco operativo policial, que involucró a unos 2.500 agentes, se desplegó en varias favelas de la ciudad con el objetivo de desarticular al Comando Vermelho, el grupo criminal más antiguo y poderoso del país. El resultado fue una masacre: más de 120 muertos, entre ellos civiles y efectivos policiales.
Según cifras oficiales del gobierno de Río, el saldo fue de 119 fallecidos, aunque la Defensoría Pública elevó el número a 132 víctimas. Vecinos denunciaron que durante la madrugada del miércoles recogieron decenas de cuerpos en las calles y los alinearon en una plaza, en medio de un clima de horror e indignación.
Un “estado paralelo” nacido en prisión
El Comando Vermelho nació en la década de 1970 en la prisión de Candido Mendes, en Ilha Grande, durante la dictadura militar brasileña. En sus orígenes, el grupo se llamó Falange Vermelha y surgió como una alianza entre presos comunes y militantes de izquierda que buscaban protección frente a los abusos de otros reclusos y de los guardias.
Con el paso del tiempo, la ideología se desvaneció y el grupo se volcó por completo al crimen organizado, adoptando el nombre con el que hoy es conocido. Ya para 1979, el Comando operaba fuera de las cárceles, financiando a sus miembros presos y organizando intentos de fuga.
Expansión y dominio de las favelas
Durante los años 80, el Comando Vermelho incursionó en el tráfico de cocaína, estableciendo vínculos con carteles colombianos y controlando gran parte de las favelas de Río. Allí ofrecía “empleo” a los jóvenes y actuaba como un gobierno paralelo, imponiendo normas, castigos y protegiendo —a su manera— a los habitantes.
En 2005, el grupo ya dominaba más de la mitad de las zonas más violentas de la ciudad, consolidando una estructura criminal con redes que alcanzaban incluso a países vecinos como Bolivia, Colombia y Perú.
Ruptura de alianzas y resurgimiento
El Comando Vermelho mantuvo durante años una alianza con el Primer Comando Capital (PCC), con base en São Paulo. Sin embargo, esa relación se rompió en 2016, lo que provocó una guerra interna que se extendió a las cárceles y luego a las calles. La disputa territorial provocó centenares de muertes y debilitó temporalmente al grupo.
A pesar de ello, para 2023 el Comando había recuperado su dominio, volviendo a controlar más de la mitad de Río de Janeiro y reestableciendo su influencia en los barrios más humildes, donde actúa como autoridad de facto.
Repercusiones del operativo
La magnitud del operativo policial de esta semana, el más grande en la historia de Río, desató un amplio debate en Brasil sobre los límites del uso de la fuerza, los derechos humanos y la eficacia de las políticas de seguridad. Organismos internacionales y la Defensoría Pública cuestionaron la letalidad del accionar policial, mientras el gobierno defendió la operación como un “golpe duro contra el crimen organizado”.
El Comando Vermelho, con casi medio siglo de historia, sigue siendo uno de los desafíos más complejos para la seguridad brasileña, un símbolo del poder del narcotráfico y de la fragilidad del Estado en los márgenes de la ciudad carioca.

