Una Europa necesitada de más mercados y nuevos aliados sorprendió al cerrar un acuerdo con el Mercosur.

Brasil, que busca nuevas oportunidades para su enorme potencial agroexportador e industrial, aceptó dar más garantías ambientales a los europeos y obtuvo un cronograma de apertura prolongado para cambios en su industria automotriz.

La médica alemana demócrata cristiana, Ursula von der Leyen, de 66 años, presidenta de la Comisión Europea, arriesgó y vino a Uruguay la semana pasada para dar el envión final a un acuerdo postergadísimo respecto a cuya concreción el optimismo había prácticamente desaparecido.

Nicolás Pose, docente investigador del Programa de Estudios Internacionales de la Universidad de la República, explicó a El País que Europa ha sufrido distintos shocks como la pandemia de covid y el incremento de los costos energéticos para la industria alemana como consecuencia del encarecimiento del gas natural y el petróleo provenientes de Rusia, lo que ha afectado su competitividad. A esto se suma la penetración china en los mercados latinoamericanos y la próxima asunción como presidente estadounidense de Donald Trump, cuyo discurso es proteccionista y no cree que su país deba tener como socio preferente a la UE.

En una línea similar, Marcos Soto, socio de la consultora CSC, dijo a El País que “la UE quiere preferencias arancelarias para que sus productos industrializados entren a un mercado de 300 millones de personas que es muy proteccionista”. “La UE obtiene una ventaja competitiva para su industria que no tiene ninguna otra potencia (ni Estados Unidos, ni China). Además creo que sale a marcar un camino en un mundo reacio a acordar, crispado y fragmentado”, opinó.

Seguramente, Francia hará lo imposible para que el trabajoso acuerdo entre los dos bloques no sea nunca realidad. Este ha sido impulsado fundamentalmente por Alemania, los países escandinavos, Portugal y España, explicó Pose. A la que hay que mirar “con lupa” es a Italia, cuyo gobierno “de derecha no tradicional” puede ser clave para bloquearlo.

El “pilar comercial” del acuerdo -que supondría beneficios muy significativos para el sector agroexportador uruguayo- debe tener el visto bueno del Consejo Europeo y del Parlamento Europeo. Se necesita que en el Consejo el tratado logre el aval de al menos 15 de los 27 países de la UE que reúnan el 65% de la población del bloque. Si Francia lograse la confirmación del rechazo de países con grupos de presión vinculados a la agricultura como Irlanda y Polonia -que ya lo han dejado entrever-, de Hungría, de Austria y de Holanda y sumase el apoyo de Italia, se caería todo lo acordado, explicó Pose.

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